Clases de literatura policial

Nacida en Oxford, Inglaterra, en 1920 y fallecida en 2014, Phyllis Dorothy James, mejor conocida como P. D. James, pasó 49 años dedicada a la escritura de novelas detectivescas. Su último libro de ensayos, Talking About Detective Fiction (2009), traducido por Ediciones B como Todo lo que sé sobre la novela negra, es un ameno compendio de su experiencia como autora y como lectora del género. En sus 179 páginas, el libro intenta dar un panorama cabal, si bien no exhaustivo, de la narrativa policial producida en Inglaterra y Estados Unidos desde sus inicios hasta décadas recientes.

James inicia proponiendo una definición para la narrativa detectivesca: no basta con presentar un misterio y proporcionar la satisfacción de una solución final, ya que estas características las poseen obras que no pertenecen al género, como Emma, de Jane Austen, o Casa desolada, de Charles Dickens; para hablar de ficción de detectives se requiere la presencia de un crimen misterioso que funcione como centro del relato; de un grupo de sospechosos, todos con medio, móvil y oportunidades; de un detective, profesional o aficionado; y de una solución a la que el lector debería poder llegar a través de la deducción lógica. ¿Por qué un asesinato como vértice? Porque el asesinato es el crimen por excelencia y provoca una repugnancia, una fascinación y un miedo atávicos, afirma la autora.

Luego de dejar sentado su concepto central, James retrocede a los orígenes de su objeto de estudio y resulta un tanto imprecisa al atribuir su paternidad: primero, la concibe compartida entre William Godwin y Wilkie Collins, por ser los primeros novelistas en escribir una historia detectivesca clásica completa; un capítulo después, les da el mérito a Edgar Allan Poe y a Arthur Conan Doyle, por inventar la historia de detectives y por la influencia en su desarrollo.

En las páginas de Todo lo que sé sobre la novela negra desfilan grandes nombres de la novela policial: con los ya mencionados, G. K. Chesterton, Dorothy L. Sayers, E. C. Bentley, Nicholas Blake, Agatha Christie, Josephine Tey, Raymond Chandler, y Dashiell Hammet, entre otros. Aparte de sus consideraciones personales sobre el tema abordado, la autora traza la evolución del género detectivesco y la recepción de las obras en la época de su publicación, y en un largo capítulo revisa la estructura clásica del relato policial, su ambientación, sus personajes y sus implicaciones éticas. El resultado es un libro casi conversado, ágil, nada pretencioso y de gran utilidad para conocer la biografía de un género que sigue muy vivo entre los lectores de hoy.

El volumen cierra con una reflexión muy atinada: James reitera la capacidad de la narración detectivesca para aliviar las tribulaciones de la vida cotidiana; si bien buena parte de las exponentes del género no son excelentes, reconoce, al nivel de los grandes monumentos de la ficción (menciona como ejemplos Guerra y paz y Ulises), sí atienden necesidades humanas esenciales, ya que nos proporcionan emociones, misterio y humor. Agrega la autora que, además, la lectura de unas no está reñida con la de las otras. No puedo estar más de acuerdo.